jueves, 17 de mayo de 2012

Wesonth (El que lee el viento)







Primera jornada


De las montañas nubladas apuramos un camino que en apariencia no se presentaba hostil o peligroso. El avance era seguro según nos decía los ojos de unos de los elfos que nos acompañaba. Así íbamos un mago, dos elfos, y yo. 
Pero por ese camino, seguro y tranquilo, que al fin era el más corto, nos vimos pronto en el encuentro de una ciénaga oscura y tenebrosa; era la morada de los antiguos en batalla, antiguos hombres, elfos y orcos que descansaban en un silencio perpetuo y animado, vigilando de sus criptas acuáticas,  el paso de los que por ahí se atrevieran a pasar. 
El encanto de esas presencias malditas, que parecían un montón de ojos encima de nosotros, no podía ser ignorado, y como no sabíamos que cruce del camino tomar, pronto nos vimos perdidos hasta que una voz nos hablo.
-Ustedes, almas errantes, de sangre caliente y aliento que aún empaña, qué os trae a estos parajes imposibles-.
El mago desplego su báculo, sonriente pero con cautela, e inclinándose a una orilla donde mejor creyó encontrar el eco de aquella voz dijo:
-Oh tenebrosa y lánguida voz que desde tu tumba suspendida te levantas para saludarnos, rogamos nos apures tu sabiduría para guiarnos y decirnos porque parte de este gris y frío sendero podemos seguir para no ser mas intrusos y vosotros soldados agraviados-
-Quién eres, el del aliento que percibimos a carne y sed humana, que nos habla con tan angustiosa y presta solicitud para reclamar nuestro juicio-
-Soy ____________ portador de la flama del fuego secreto que en compañía de estos viajeros, me dirijo al poni pisador en busca de un sendero en paz y tranquilo que me lleve a tal fin-  
-Si esa es tu solicitud deberás saber que nosotros no sólo vivimos de esta agua maldita en la que nuestra sed nunca encuentra sosiego, qué tienes para ofrecernos portador mágico-
Aquí fue que como humano común, sólo con el arrojo y la valentía de mi espada y mi recia armadura, temblaba ante cada palabra que salía de esas aguas que se agitaban expeliendo un hedor acido y putrefacto.
-Deberán saber que no tenemos más que nuestra palabra de abandonar sus parajes pétreos si nos ayudan con sólo alguna pista-
-No parece que contenga nada alentador tus simples palabras hechicero-
En ese momento el agua dejo de agitarse pero el olor se torno más áspero y hostil  y de repente, ante mi mirada que no sabía donde posar ante tanta consternación, una figura transparente que irradiaba una luz opaca y fría se atravesó ante nosotros.
-No podréis pasar si antes no encuentran la manera de calmar nuestra sed eterna y maldita-
El mago retrocedió consternado, pero en un ligero e inesperado movimiento, clavo su báculo con una fuerza determinante y sorpresiva, entre la tierra y delante de aquel ser tenebroso y acuoso, y dijo
-De mis parajes no puedo decirte pero si de mi saber, de allí aprendí, de mi maestro Cerutro de la estrella dormida de los Esir, a lidiar con criaturas como  vosotros, escuchad pues mis palabras-
-“¡Espíritus de las aguas y de los aires, vosotros que sabéis horadar las rocas y abatir los troncos más corpulentos, agitaos y obedecedme!”-
Ante estas palabras la tierra comenzó a temblar y con los pocos arrestos que de mi fuerte carácter aún quedaban me impulse para quedar detrás de un árbol. Vi como del báculo del mago se desprendía una luz fuerte que me enceguecía que además de desprender esa luz parecía hacia hervir la tierra ya que empezó a destilar humo de su base.
-Alto, príncipe de las los aires y los fuegos que conjuras, hemos tenido por mala fe detenerte y no dar juicio a tus suplicas, detente para que así podamos nosotros las sombras de las ciénaga decirte por qué camino seguir -
Antes estas palabras el mago ceso su conjuro y inclinándose  hasta quedar de rodillas escucho lo que aquellos seres espectrales le tenían por decir:
-Seguid el camino de la ciénaga que se nubla por el hedor y la oscuridad, que aunque camino tormentoso a la vista os conducirá al fin de esta ciénaga, moveos y dejar en paz a los que no encontrarán paz por el resto de la eternidad-
Así fue que cruzamos el paraje espectral de la ciénaga y cansados, nuestros cuerpos y mentes, empezamos a divisar una casa en medio de la maleza y los árboles, salía humo de lo que parecía una chimenea y sin pensarlo nos encontramos ante el umbral de aquella morada donde un anciano que fumaba pipa nos saludaba y nos preguntaba por nuestro propósito por esos parajes.
No sin antes, mi cabeza que estaba ya poblada de pesadillas y de ensoñaciones lúgubres comenzó a triturarme de a poco, me sentía agotado. Antes de ingresar a la casa lejana del  viejo con la pipa, le pedí a mis compañeros que me dieran un tiempo de reposo y soledad. Ellos atónitos ya creían entrever lo que mis ojos les estaba anunciando; “otro ataque de locura, otro desenfreno provocado por el viento”. De este modo, me retire a unos pocos metros de distancia, me cobije bajo los mantos de un árbol y divise sobre la tierra, una pequeña laguna que de repente comenzó a extenderse en un crepitar de luz que reflejaba mi dolor y hastío. Me sentí bendecido por esa agua que surgía de la ciénaga, pensé en retirarme velozmente para contarle a mis compañeros el encuentro furtivo. Pero antes de lanzarme en retirada, observé que mi rostro ya no era reflejado por el agua bendita, y unas imágenes surgidas de un remolino, me mostraron a mis compañeros caminar. Con una fuerte exclamación y susto de mis delirios me vi a mí mismo sobre las aguas, también el viejo aquel de la pipa y la casa lejana. Observe a mis alrededores para cerciorarme de que nadie me espiaba, sentía miedo, rabia, pero entre todas esas razones emocionales, lo que más me molestaba era el zumbido en los oídos, el dolor sobre mi cien. Me senté de nuevo sobre el árbol, me agarre fuertemente la cabeza, era el dolor tan intenso como aquellos dolores que siempre acompañaban mis días y noches. Me tendí sobre el suelo, ardía en fiebre, quería acabar con todo, lanzarme sobre el mismo abismo si fuese posible, con tal de apagar ese horrible zumbido y esas visiones venidas de otros mundos. Mientras yacía tendido en el suelo, el zumbido comenzó a tener voz propia, y el dolor comenzaba a desprenderse de mi mente.
Surgían unas palabras extrañas como cantos, palabras de los dioses, palabras que no decían nada, tan ausentes y despojadas de significado que imagine entonces lo que el hombre nos iba a pedir a cambio. Palabras, que me repetía para no olvidar en el camino. Podíamos ir y quedarnos en esa casa si recordaba las voces, pero al mismo tiempo, una intuición de miedo y terror se posaba sobre mi cabeza. No podíamos quedarnos en esa casa, no sabía porque, pero intuía perfectamente el miedo, mis pies, mi dolor, las voces, todo indicaba que no era lo más indicado, habría que proseguir. Pero mis amigos no entenderían jamás mis razones, tuve que inventar un acertijo falso, una moneda intercambiable por nada, porque jamás ningún hombre ha podido creer fielmente mis palabras.
De regreso, les dije a mis compañeros mi motivo de partida, les hable de mis visiones y también mentí, acerca de la verdadera respuesta del acertijo. Caminamos y como lo había imaginado el viejo pedía una respuesta absoluta para poder morar en la casa, nos aguardaba mucho camino y el cansancio nos podía. Sin embargo, estando frente a él, sentía un malestar en el pecho. Disimulé el dolor, y le sugerí a Awrien la respuesta a su pregunta.
El viejo nos respondió que desafortunadamente no podíamos morar esta noche en casa, nos deseó mucha suerte en el camino, no sin antes fruncir el ceño extrañamente.
Mis amigos no dijeron nada, pero sé en el fondo que sentían una inmensa desesperanza; la rabia fue olvidada en el camino, pero el dolor proseguía levemente torturándome la mente.
Cansados y con hambre, de repente, una voz nos comenzó a hablar en nuestras mentes, era una voz que iba y volvía, parecía la voz de una mujer:
-Oh viajeros de las montañas nubladas os traigo buena fortuna al deciros que aquel anciano que acabas de dejar era un enemigo imbatible y feroz, un antiguo mago oscuro de la orden de los Mijar los magos oscuros y homicidas de las fuerzas de Sauron. Seguid pues vuestro camino que si en suerte no tendréis o alcanzas el deseo de llegar a su fin deberéis saber que al menos hasta aquí os a cubierto los buenos designios de las fuerzas de luz-
Sin decir más la voz desapareció, nos miramos perplejos, y yo sentí un gran sosiego y descanso, de saber que había logrado salvar a mis compañeros de tan peligroso túnel de oscuridad.


Segunda Jornada                   


Hemos caminado muchos kilómetros, decidimos acampar en el único lugar desolado y apacible, iluminados por Isil (La refulgente), tan bella y profunda, apaciguaba todo el sufrimiento a cuestas, ella nos abrazaba con su luz eterna, nos hablaba de otros mundos desconocidos, era su belleza la calma. Siempre fue una acompañante de mis noches y ruinas, solo ella parecía decirme al oído que la calma eran todos los alientos y suspiros de la noche.
Al despertar, a punto de alistar nuestros objetos para proseguir con el camino, sentimos una lluvia opaca que caía de los cielos. Era un líquido espeso y con un olor insoportable. De pronto, ese malestar no fue sino la señal de nuestro destino cruel. Tres aves que nacieron de las nubes lanzaban llama y fuego sobre nuestro cuerpo, corrimos desesperadamente, para tratar de evitar los golpes, le dije a los dos elfos que teníamos que ponernos manos a la obra, defendernos, cualquier intento de ataque sería un fracaso.
Una de las aves pudo ser controlada y maniatada gracias a Ralandalf. El ave enloqueció y estrello contra una inmensa roca que relucía serena cerca de nuestro campamento. Las dos aves furiosas se lanzaron con una cólera aún más grande, por la muerte de su compañera, así que los elfos y yo, nos ubicamos estratégicamente para proteger a Ralandalf, de todo el más vulnerable pero no por eso menos poderoso. Yo alce sobre nuestras cabezas el escudo, el ave picote acaba intensamente, revoloteaba y emprendía vuelo para regresar aún más furiosa. La otra ave era protegida por el campo de fuerza que desprendía uno de los elfos, y así proseguimos durante largos minutos, creo que fueron horas. Hasta que de pronto las aves cansadas y llamadas por otras carnes dulces, partieron y se esfumaron en las nubes, cuál si fueran espuma sobre las olas.


Habían pasado tres días, habíamos divisado una oscuridad incipiente, noches que no abandonaban nunca su morada, y los sueños se hacían estrepitosos, poblados de sombras y de aullidos de licántropos monstruosos. Nunca conversábamos sobre el miedo que sentíamos, un poco por pudor y otro tanto por astucia. Luego de tanto vagar por ese pasaje oscuro, vimos a lo lejos un prado hermoso y sublime, Arien que tan oculto había estado a nuestros ojos, parecía bailar en danzas de fuego y luz sobre nuestros ojos llenos de vértigo y alegría. Habíamos pasado por un sendero peligroso y la barca del sol nos abrazaba con su luz, despreciando todos los malestares y dolores vividos en nuestra travesía imposible.
Llegamos a una cueva, que desprendía sobre nuestros olfatos aromas ensoñadores, caminamos atónitos de la belleza inmensa de la guarida que nos protegía y sanaba de todo lo vivido anteriormente. Después de caminar por largos túneles, nos encontramos con una inmensa laguna, tan bella que parecía ser una extensión de ese antiguo lago del despertar (Cuivianen) dónde decenios antes habían surgido los elfos. Estos se sentían morando en un palacio de bellas amapolas, sentían nostalgia de viejas épocas, dónde la belleza y el esplendor eran su única morada. Las aguas, los bosques cálidos; la armonía perfecta de Eä en su nacimiento, todas las luchas ganadas contra el mal, y también, los dolores antiguos que sus voces aún guardaban como ecos tatuados sobre la piel. Awrien y Alborati se miraban perplejos, sacaron la lira y comenzaron a cantar viejas batallas. En ese preciso instante de nuestra llegada a la cueva, otros elfos, atani (hombres), magos y duendes entraron también a vislumbrar la belleza de las aguas y toda esa claridad que resultaba ser tan serena y musical como las voces de nuestros amigos Eldar. En ese instante comenzó a emerger de las aguas una hermosa pléyade, traída de los mundos subterráneos que no estaban atesorados por Morgoth, sino que todavía eran secuelas del mundo lejano y perdido de los Valar.
Nuestros elfos proseguían su canto, entonando bellas melodías, y los otros elfos también se unieron a embellecer y adorar la divina presencia que deslumbraba nuestros cuerpos.
Una bella piedra surgió desde las aguas, se elevó con una iluminación única y esta descendió bajo los pies de los otros elfos. Así fue como lograron conseguir la primera palantiri “las que ven desde lejos”, y nosotros aunque en la perdida de tan bello bien; proseguimos de camino, entristecidos, pero también álgidos de las próximas aventuras que se avecinaban.


    
                    

El Hobbit 1977 (Animación)

AWRIEN (La de los ojos de dragón).



AWRIEN,
La de los ojos de dragón.
La búsq eda de las palantiri - parte I

La búsqueda de las palantiri había iniciado, y muchos ambicionaban su poder. Mi decisión de ir tras ellas, no era el común deseo de incrementar mis dones, solo era la esperanza, que de alguna manera, estas me ayudarían a recuperar mi memoria, si es que alguna vez la tuve. Desconocía los verdaderos alcances de las piedras, pero solo el hecho de su mítica fama me bastaba para continuar.
El punto de partida, fue un bar, ubicado en el pie de las montañas blancas, muy próximas al rio Isen  donde conocí tres interesantes personajes; un mago tenebroso, un paladín esquizofrénico y un elfo musical. Me fue suficiente hacer un pequeño bosquejo emocional, para cerciorarme si tenían intensiones negativas, pero graficantemente resulto que no.  En un impulso incoherente, decidimos unirnos para ir en busca de las palantiri. No sabía ni me interesaba la causa por la cual ellos deseaban las piedra, de lo que si estaba segura, era que su compañía me facilitaría la llegada a la meta.
El bar era un punto clave, en él, se encontraban ciertos personajes, de estampa misteriosa, estaban cubiertos por grandes capas, que solo dejaban percibir su boca sombreada. Estos se disponían a revelar el camino y la ubicación de la primer palantir, a cambio de una módica motivación. Antes que uno de los sujetos se aproximara a nosotros, empecé a debutar mis talentos. Hice un pequeño pero firme ajuste a su reacio ánimo, lo alegre y relaje. Cuando se acercó totalmente, portaba una sonrisa sobredimensionada. En poco tiempo, nos expuso las características del camino, las cuales no eran tan placenteras. Se trataba de una ciénaga sombría, de mal prestigio y de alto riesgo, sin embargo, era el modo más corto de llegar a nuestro primer destino. Hicimos un consenso para tomar la decisión sobre la propuesta. Acordamos todos a favor. Así que abarcaríamos el viaje por aquella ruta.
El viaje inicio con complicaciones. Teníamos  que dejar a nuestras bestias en el bar, esa erala única petición del encapuchado. Debíamos empezar la jornada a pie. El grupo accedió, no podíamos retrasarnos, muchos otros también deseaban las piedras. No me preocupaba Taykor, él poseía una extraordinaria suerte y además, contaba con varios talentos. Su aura protectora beneficiaria a las demás bestias del grupo. Me despedí de Taykor, con un reconfortante abrazo y un dulce beso. Los dos sabíamos que pronto nos reuniríamos de nuevo. Antes de marcharme del establo, inunde el lugar con rebosante calma. Todas las bestias se encontraron cómodas.
Luego de un par de horas de caminata, nos topamos con la ciénaga. Era enorme, totalmente sombría y hedionda. No dudamos en cruzarla, a pesar de que estábamos conscientes del riesgo. En un momento, el ambiente se cargó de dolor, desesperación, furia y miedo, todas estas emociones fluían como vapor desde el suelo irregular. Descubrimos su proceder, eran cientos de muertos sumergidos en la ciénaga, anhelaban acariciar de nuevo la vida, en consecuencia, a nosotros. Mientras los muertos permanecían expectantes, decidimos que el Mago, quien podía controlar las sombras y era experto en conjuros, debía comunicarse con los muertos y llegar a un acuerdo. El Mago no se demoró en crear un vínculo. De manera silenciosa, se lograba la comunicación. Poco a poco, cientos de manos emergieron de la ciénaga, lucían como flores hambrientas. Trate de mejorar la situación, pero la sensación que me causo el intenso abrigo de caricias sin vida, me dejo perpleja. Luego de un espasmo las manos se quedaron inmóviles y rápidamente volvieron a tierra. Vi al Mago cuando esbozo una incomprensible sonrisa, había logrado comunicarse con los líderes, los cuales le manifestaron su incomodidad por nuestra presencia, por lo cual debíamos marcharnos rápidamente. Obviamente, accedimos a la petición sin ningún problema.
Había sido una larga jornada, estaba agotada, igual que los demás. Además, extrañaba a Taykor, el único ser que me importaba. A lo lejos del sendero pudimos apreciar una pequeña casa de aspecto acogedor, la cual despedía un sabroso olor a guiso, comida recién hecha y la calidez que albergaba era obvia, esta pequeña casa contaba con una chimenea la cual estaba encendida, deduciendo el humo que brotaba de lo más alto del tejado. Al aproximarnos divisamos a un anciano en el pórtico, tenía una pipa, de la cual fumaba. El viejo lucía una apacible estampa. El paladín, quien podía ver acontecimientos futuros, nos detuvo para advertirnos, que el viejo se disponía a darnos hospedaje solo si descifrábamos un acertijo. Estábamos preparados. Llegamos a la casa, el viejo nos recibió de inmediato con el acertijo, era una frase indescifrable. Ninguno de nosotros pudo descifrarla. El ánimo decayó de inmediato, nos alejamos lentamente de la casa, percibiendo y degustando con tristeza lo que habíamos perdido por el fracaso. Una voz gutural de alta intensidad, se originó del interior de la casa. Exclamo unas cuantas palabras, con las cuales nos dimos cuenta que era un demonio, lo que se encontraba en la casa. Al final de la frase, el terror nos sirvió de combustible para huir. Nos salvamos de una muerte incierta. Ahora creía que la suerte de Taykor aún me acompañaba. Continuamos con nuestro viaje, el cual, en realidad ya era más parecido a una odisea. Lo más importante del caso, era un triunfo aparente, superar aquellas dificultades era un impulso más y una señal más intensa que significaba que íbamos por buen camino.
  

Ralandalf (El Pasajero de las Sombras)




Sombras desde siempre ahogadas
Descorred la bruma del abismo
Y dejan descender mi plegaria
Sombras desde siempre ahogadas
Oíd el susurro de mi aliento
Que sea para vuestro sosiego alimento
Sombras para siempre ahogadas
Alzad el rostro en tristeza difuminado
Y destella la luz en el eterno castigo.
El sortilegio fluyó desde algún vacío interior, atravesó mi brazo izquierdo y penetró el lago como fresca ondina de agua plateada. Muy profundo tuvo que viajar mi espíritu convertido en aliento, para que se escuchase el sortilegio a oídos de los tres jueces antiguos. Un gesto desabrido aprobó con un viento frío que continuásemos camino. Las manos espesas se deslizaron por nuestros cuerpos y se perdieron lentamente en las profundidades de la mojada tierra.
Cuando el emisario nos dio la ruta del pantano, realmente no esperaba tener que tratar con los guerreros fantasma. Desafiantes dijimos que si a la ruta del emisario. Ante el peligro no es posible meditar, si queremos visionar, debemos ante todo afrontar. La cerveza negra hizo su oscuro efecto y cuando me vi; ya iba empapado hasta los pelos de agua y fantasmas.
Un poco más adelante Wesonth tuvo un repentino ataque de locura al ver una cabaña con un viejo custodiando su entrada. Pensar en pasar la noche allí y, la alarma disparada en la cabeza del caballero. La locura de éste hombre no radica tanto en el decir sus previsiones, sino, en la fuerte convicción que él tiene de que nunca le creemos. El delirante Wesonth pronunció palabras sabias y el viejo antes de permitirnos pasar la noche en su cabaña, nos ha presentado un acertijo.
Ominia vulnerant
Póstuma Necát
De no ser por la desquiciada razón de Wesonth, mi patética falta de memoria y el desinterés de los elfos por el tiempo, habríamos descubierto el misterio de aquel misterioso acertijo.
El viejo con cara frustrada nos pide que sigamos caminando. Nosotros arrastramos el hambre burlada con los lentos y pesados pies del cansancio. Ahora corremos pues por mi espina dorsal danzó la voz del oscuro espíritu de los demonios caídos. Una voz manada desde la cabaña, grita por su alimento, un aullido que se pierde a nuestras espaldas. Ahora solo corremos.

Visitar la sombra de un ave de tal envergadura para litigar su cuerpo contra el peñasco deja la mente agotada y las sombras difuminadas por cualquier brizna de viento. Debo abandonar las sombras y dejar de  ser yo mismo, ahora simplemente Rallandalf ausente de las sombras y, descubrir que por todo el cuerpo se escurren pedazos de mierda alada. Debería tener el ánimo arriba después de comer un ave reptiliana de tres metros de  y unos 500 kilos de carne y hueso. Pero a pesar de aquella batalla contra la naturaleza y un buen asado de carne fresca. Debo lamentar con furia a mi miseria y la perdida de la primera palantir.
Cuando abandono las sombras a causa de un furor exacerbado, debo dejarme en manos de mi juvenil ego que maldice y se contradice… Me quejo de la ignominiosa voz de Awrien que desperdició uno de mis conjuros más poderosos con su voz gangosa,  se excusan sus ojos de dragón al no poder leer fluidamente las runas plasmadas por mi mano.
Ulmo señor de las aguas
Manwé, señor de los aires
Convocamos las palabras del viento
A través de la mística concha
Que llegue a vuestros húmedos oídos
La melodía del laúd
Señor del maná vital
De vos es la vida más elemental
Postramos el rostro al suelo
Implorando tu bondad
Magnifica sea el agua que rodea tu presencia
Iluminado sea el mar cobijo de tu ser
Soy Awrien la que ve con ojos de dragón
Él es Alborati quien con su vos canta tus deseos
Aquel anciano es Rallandalf lleva años nadando las sombras
Y el humano Wesonth que para su desgracia lee el viento
Anhelamos aquel tesoro
Que pronto aliviane nuestros males
Imploro la preciada piedra que devuelva mi memoria
Y te obsequio mi pureza.

Así aulló Awrien ¡Un conjuro desperdiciado! es como tirar al lodazal una existencia de más o menos veinte años. Maldigo los cantos ridículos de esos cuatro cuervos y su infernal quejido. En futuras ocasiones no contemplaré siquiera la posibilidad de abusar de mi poder y os convertiré en sapos, parias, sujetos impíos. Maldigo de nuevo, una tonada de sapos es más melodiosa que la voz de Awrien.
Retornaré a las sombras ahora que he descansado; ya lo podrido ha explotado. ¡Ea caros compañeros! sigamos de camino que aún quedan dos excelentes palantirias.


ALBORATI EL MÚSICO



Primera jornada:

Deliciosa sidra que calma mi sed, pero no mi tristeza. Oh mi amor, la imposibilidad de estar juntos intentaré olvidarla en estos antros de miserables. Qué más quisiera que estar contigo mi princesa, pero el destino es como dados arrojados al aire. Y ahora mi compañía en esta mesa de esta taberna son unos desterrados como yo: Awrien, una Elfa más triste que yo; Wesonth, un humano que habla cosas sin sentido, podría estar ebrio, pero creo que no, su problema es más profundo; El mago Ralandalf, un mago de sombras, oscuro e intrigante, con un poder que se siente con solo verlo; y yo, el triste Elfo Alborati, que ni hacer música puedo ya, porque mi alegría se quedó en tu reino, mi princesa, desde que tu padre nos separó.

Hombres extraños ingresan al lugar, observan alrededor pero sus rostros son invisibles por una capucha que los oculta. Se separan. Uno de ellos se sienta en nuestra mesa. Habla sobre las Palantiri. Sí, ya sé todo el poder que tienen, ve al grano, extraño, si es que sabes algo sobre ellas. ¿En dónde? ¿La desembocadura del rio Isen? Está un poco lejano ese sitio, hacia el oeste. -¿Y sabe usted cual es el mejor camino hacia la palantir?

-Lo sé- dice el extraño –Y sé que es el camino más corto hacia ella, pero su recorrido está plagado de inmensos peligros ¿tienen ustedes, gentiles caballeros, el valor suficiente para afrontar tal gesta?-.

El acero de nuestras espadas resplandece por todo el lugar ante el desafío del encapuchado. Y éste, al ver la decisión del grupo, nos entrega las indicaciones de aquel camino hacia la palantir.

Tenía razón aquel extraño. Salimos de la taberna que queda en las faldas de White Mts. Y ahora vamos por una ciénaga de aguas podridas, humeante de olores fétidos, pero no importa, los cuatro tomamos la opción de la aventura, ahora es afrontarla. Pero creo que no somos solo los cuatro. No sé porqué, pero siento que nos vigilan. ¡Por los dioses! Cuerpos putrefactos nos acechan desde las aguas de la ciénaga. Se empiezan a mover con agresividad por nuestra presencia. Ralandalf cuenta que son guerreros muertos en batallas ocurridas sobre este lugar, que sin alcanzar paz en la muerte, atacan a quien pase por aquí. A punto de arremeter contra nosotros, mientras ellos amenazan sacando sus putrefactas manos del agua y nosotros nuestras armas, Ralandalf se opone a la confrontación, y con su poder de sombras obtiene contacto con los espectros, negociando nuestro retiro rápido del sitio, sin molestarles más el descanso. Y vamos saliendo airosos del lugar, temerosos de que la muerte nos acechara tan cerca, pero vivos y juntos.

Por el camino, llegamos a una casa, una llamativa posada al borde del camino, de donde sale un humeante olor a estofado de conejo. Un curioso anciano que fuma pipa custodia la entrada a la casa. Wesonth empieza a presentir algo, dice que un peligro está cerca, que aquel anciano nos pedirá resolver un acertijo para ingresar. Increíblemente sucede así. Nos lanza una frase extraña, en un dialecto desconocido, no es élfico, no lo reconoce el mago, y los poderes premonitorios de Wesonth no logran dar con la respuesta. ¡No puede ser que nuestra suerte sea tan adversa! Cansados del pan élfico, exhaustos de tanto andar, y no poder ingresar a esta posada. En fin, el anciano custodio se enfada y nos echa del lugar. Pero, ¿qué es eso que se escucha? Una voz tétrica se escucha desde la casa, -Lo reconozco- dice Ralandalf –Es la voz del monstruoso rey brujo de Almar, que se lamenta que aquel viejo de la puerta no nos haya dejado ingresar… Seriamos su cena. ¡Huyamos!

Fin de la primera jornada.

Segunda jornada:

Por el camino vamos decididos por la palantir que nos espera en la desembocadura del río Isen. El cansancio empieza a aparecer en nuestros rostros y las lembalas ya casi se terminan. Aunque hemos tenido suerte, nos ha pasado casi de todo, lo único que falta es… ¡Pero qué es! Qué es esto que cae del cielo. Es lluvia. No, no lo es. Es… ¡excremento de aves! ¡Aves Roc nos atacan! Son tres, furiosas arremeten con sus picos, cuidado con ellas. Nuestras espadas no logran disiparlas. Una lanza su ataque, pero un hechizo de sombra del mago Ralandalf lo detiene y el poder del mago la lanza contra la pared: uno menos. Mientras tanto, los demás nos defendemos contra los otros dos enormes pájaros. Awrien y yo, Alborati, usamos nuestros poderes de disforia para calmarlos, y por un momento duda. No es suficiente. Preparan una arremetida: Garras y picos preparados para envestir en contra nuestra. Nuestros escudos arriba y nuestras espadas preparadas para el contraataque ¡Vienen! ¡Resistan compañeros míos! ¡Amenacemos con nuestras armas! Se atemorizan de nuestro tesón. Se van. El coraje, el valor demostrado nos salvó esta vez.

Un poco sucios, pero con carne de ave para alimentarnos, llegamos a una casa de cambio en donde podremos comprar algo que podamos necesitar a futuro. Una carpa, un arco con cinco flechas para Awrien que quiere cambiar su honda, un libro de hechizos para el mago, y un hermoso laúd para mí. La anciana de la casa de cambio está sorprendida por nuestras compras, muy bien pensadas, dice ella, para una aventura de grupo, y por esto nos regala una botella de sidra.

Salimos descansados y dichosos de la casa de cambio. Ahora vamos por la playa, buscando la desembocadura en donde está la palantir. ¿Quién habrá hecho estos hoyos en la arena? Son muchos, y llenos de agua. Hay algo cerca, lo sé. Empezamos a sentir lo mismo que en la ciénaga: algo nos vigila, y es desde los hoyos en la arena. Las Nereidas aparecen, son las guardianas de la roca palantir. Empiezan a llegar otros aventureros. El momento ha llegado, y las guardianas nos piden, a cada uno de los grupos llegados, una invocación al dios del mar que demuestre nuestro respeto y proponga una promesa a cambio de la palantir. Empezaré: Tomo mi laúd y la bella Awrien canta en honor a ellos. Siguen los demás grupos. Las Nereidas se sienten aclamadas por las invocaciones. El último grupo también utiliza la música como herramienta, y la palantir es para éste, que después del recorrido, se queda con el tesoro.

Un poco tristes por la derrota salimos de la playa. Caminamos con la desazón de quien pierde una batalla, pero con la esperanza encontrar las otros palantir que nos esperan ocultas por la Tierra Media. ¿Qué aventuras nos esperan? No lo sabemos… el destino es como dados arrojados al aire.

Final de la segunda jornada.