jueves, 17 de mayo de 2012

ALBORATI EL MÚSICO



Primera jornada:

Deliciosa sidra que calma mi sed, pero no mi tristeza. Oh mi amor, la imposibilidad de estar juntos intentaré olvidarla en estos antros de miserables. Qué más quisiera que estar contigo mi princesa, pero el destino es como dados arrojados al aire. Y ahora mi compañía en esta mesa de esta taberna son unos desterrados como yo: Awrien, una Elfa más triste que yo; Wesonth, un humano que habla cosas sin sentido, podría estar ebrio, pero creo que no, su problema es más profundo; El mago Ralandalf, un mago de sombras, oscuro e intrigante, con un poder que se siente con solo verlo; y yo, el triste Elfo Alborati, que ni hacer música puedo ya, porque mi alegría se quedó en tu reino, mi princesa, desde que tu padre nos separó.

Hombres extraños ingresan al lugar, observan alrededor pero sus rostros son invisibles por una capucha que los oculta. Se separan. Uno de ellos se sienta en nuestra mesa. Habla sobre las Palantiri. Sí, ya sé todo el poder que tienen, ve al grano, extraño, si es que sabes algo sobre ellas. ¿En dónde? ¿La desembocadura del rio Isen? Está un poco lejano ese sitio, hacia el oeste. -¿Y sabe usted cual es el mejor camino hacia la palantir?

-Lo sé- dice el extraño –Y sé que es el camino más corto hacia ella, pero su recorrido está plagado de inmensos peligros ¿tienen ustedes, gentiles caballeros, el valor suficiente para afrontar tal gesta?-.

El acero de nuestras espadas resplandece por todo el lugar ante el desafío del encapuchado. Y éste, al ver la decisión del grupo, nos entrega las indicaciones de aquel camino hacia la palantir.

Tenía razón aquel extraño. Salimos de la taberna que queda en las faldas de White Mts. Y ahora vamos por una ciénaga de aguas podridas, humeante de olores fétidos, pero no importa, los cuatro tomamos la opción de la aventura, ahora es afrontarla. Pero creo que no somos solo los cuatro. No sé porqué, pero siento que nos vigilan. ¡Por los dioses! Cuerpos putrefactos nos acechan desde las aguas de la ciénaga. Se empiezan a mover con agresividad por nuestra presencia. Ralandalf cuenta que son guerreros muertos en batallas ocurridas sobre este lugar, que sin alcanzar paz en la muerte, atacan a quien pase por aquí. A punto de arremeter contra nosotros, mientras ellos amenazan sacando sus putrefactas manos del agua y nosotros nuestras armas, Ralandalf se opone a la confrontación, y con su poder de sombras obtiene contacto con los espectros, negociando nuestro retiro rápido del sitio, sin molestarles más el descanso. Y vamos saliendo airosos del lugar, temerosos de que la muerte nos acechara tan cerca, pero vivos y juntos.

Por el camino, llegamos a una casa, una llamativa posada al borde del camino, de donde sale un humeante olor a estofado de conejo. Un curioso anciano que fuma pipa custodia la entrada a la casa. Wesonth empieza a presentir algo, dice que un peligro está cerca, que aquel anciano nos pedirá resolver un acertijo para ingresar. Increíblemente sucede así. Nos lanza una frase extraña, en un dialecto desconocido, no es élfico, no lo reconoce el mago, y los poderes premonitorios de Wesonth no logran dar con la respuesta. ¡No puede ser que nuestra suerte sea tan adversa! Cansados del pan élfico, exhaustos de tanto andar, y no poder ingresar a esta posada. En fin, el anciano custodio se enfada y nos echa del lugar. Pero, ¿qué es eso que se escucha? Una voz tétrica se escucha desde la casa, -Lo reconozco- dice Ralandalf –Es la voz del monstruoso rey brujo de Almar, que se lamenta que aquel viejo de la puerta no nos haya dejado ingresar… Seriamos su cena. ¡Huyamos!

Fin de la primera jornada.

Segunda jornada:

Por el camino vamos decididos por la palantir que nos espera en la desembocadura del río Isen. El cansancio empieza a aparecer en nuestros rostros y las lembalas ya casi se terminan. Aunque hemos tenido suerte, nos ha pasado casi de todo, lo único que falta es… ¡Pero qué es! Qué es esto que cae del cielo. Es lluvia. No, no lo es. Es… ¡excremento de aves! ¡Aves Roc nos atacan! Son tres, furiosas arremeten con sus picos, cuidado con ellas. Nuestras espadas no logran disiparlas. Una lanza su ataque, pero un hechizo de sombra del mago Ralandalf lo detiene y el poder del mago la lanza contra la pared: uno menos. Mientras tanto, los demás nos defendemos contra los otros dos enormes pájaros. Awrien y yo, Alborati, usamos nuestros poderes de disforia para calmarlos, y por un momento duda. No es suficiente. Preparan una arremetida: Garras y picos preparados para envestir en contra nuestra. Nuestros escudos arriba y nuestras espadas preparadas para el contraataque ¡Vienen! ¡Resistan compañeros míos! ¡Amenacemos con nuestras armas! Se atemorizan de nuestro tesón. Se van. El coraje, el valor demostrado nos salvó esta vez.

Un poco sucios, pero con carne de ave para alimentarnos, llegamos a una casa de cambio en donde podremos comprar algo que podamos necesitar a futuro. Una carpa, un arco con cinco flechas para Awrien que quiere cambiar su honda, un libro de hechizos para el mago, y un hermoso laúd para mí. La anciana de la casa de cambio está sorprendida por nuestras compras, muy bien pensadas, dice ella, para una aventura de grupo, y por esto nos regala una botella de sidra.

Salimos descansados y dichosos de la casa de cambio. Ahora vamos por la playa, buscando la desembocadura en donde está la palantir. ¿Quién habrá hecho estos hoyos en la arena? Son muchos, y llenos de agua. Hay algo cerca, lo sé. Empezamos a sentir lo mismo que en la ciénaga: algo nos vigila, y es desde los hoyos en la arena. Las Nereidas aparecen, son las guardianas de la roca palantir. Empiezan a llegar otros aventureros. El momento ha llegado, y las guardianas nos piden, a cada uno de los grupos llegados, una invocación al dios del mar que demuestre nuestro respeto y proponga una promesa a cambio de la palantir. Empezaré: Tomo mi laúd y la bella Awrien canta en honor a ellos. Siguen los demás grupos. Las Nereidas se sienten aclamadas por las invocaciones. El último grupo también utiliza la música como herramienta, y la palantir es para éste, que después del recorrido, se queda con el tesoro.

Un poco tristes por la derrota salimos de la playa. Caminamos con la desazón de quien pierde una batalla, pero con la esperanza encontrar las otros palantir que nos esperan ocultas por la Tierra Media. ¿Qué aventuras nos esperan? No lo sabemos… el destino es como dados arrojados al aire.

Final de la segunda jornada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario